El mundo transita de una era de abundancia
de alimentos a una de escasez. En la última década, las reservas mundiales de
granos se redujeron un tercio. Los precios internacionales de los comestibles
se multiplicaron más del doble, disparando una fiebre por la tierra y dando pie
a una nueva geopolítica alimentaria.
Del lado de la demanda, el aumento
demográfico, una creciente prosperidad y la conversión de alimentos en
combustible para automóviles se combinan para elevar el consumo a un grado sin
precedentes. Del lado de la oferta, la extrema erosión del suelo, el aumento de
la escasez hídrica y temperaturas cada vez más altas hacen que sea más difícil
expandir la producción. A menos que se pueda revertir esas tendencias, los precios de los alimentos continuarán en ascenso, y el hambre seguirá propagándose,
derribando el actual sistema social.